SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cargados de necesidades y angustias, llevan encima de sus hombros enormes fundas repletas de plásticos con las que durante horas, bajo el candente sol del casi permanente verano dominicano, esperan en una larga fila a que les llegue el turno para cambiarlas por aquella color verde que ha ser de ayuda.
La calle parece infinita, polvorienta y ceniza. Cientos de casas de madera y zinc, algunas de block sin pintar, son notorias a los lados de la vía. La pobreza es inminente en el sector La Javilla de El Dique, en Santo Domingo Este.
Llega el día miércoles y todos se preparan para recibir a los que les proveerán el consuelo de un día. Niños, jóvenes y adultos, corren y aseguran sus fundas traslucidas llenas de envases plásticos desechables.
“Y dijeron -¡Los viejos van a dejar de pasar trabajo porque les van a dar la leche y la comida! ¡Van a cambiar los potes por comida!-”, vocifera exaltada Romelia Paniagua, mejor conocida como Margot.
Margot, cuenta con 88 años de edad y vive a orillas del río Ozama desde hace 9, con una nieta y una hermana que padece de trastornos mentales.
Se arregla mientras su nieta Criselida toma el cepillo de restregar la ropa y lo pasa por el fino pelo entre blanco y negro de Margot, quien sin pensarlo dos veces se acerca a las cámaras de Acento.com.do para aclarar toda duda.
Dice ser muy pobre y que antes de mudarse allí vivía en el campo, pero tuvo que abandonarlo por falta de fuerza física y recursos económicos.
Vídeo: Acento.com.do