martes, 14 de abril de 2015

EL BURRO DEL PARTENÓN

Por: Dannerys Arias

El Partenón (literalmente «la residencia de las jóvenes», es decir, aquí «la residencia de Atenea Pártenos») es uno de los principales templos dóricos que se conservan, construido entre los años 447 y 432 a. C. en la Acrópolis de Atenas. Sus dimensiones aproximadas son: 69,5 metros de largo, por 30,9 de ancho; las columnas tienen 10,4 metros de altura.

Está dedicado a la diosa griega Atenea, a la que los atenienses consideraban su protectora (descripción Wikipedia). En esta realización majestuosa incurrieron grandes arquitectos y escultores que la historia jamás olvida como son los arquitectos Ictino, calicrates, todos bajo la supervisión del arquitecto y gran escultor Fidias, padre de muchísimas esculturas Griegas.

Esta magna obra que cuenta con más de 100,000 mil toneladas de piedra mármol blanco del monte pentélico de Grecia y granito gris de las grandes calderas de Egipto, obra importante y perenne o eterna, que a través del tiempo ha quedado como emblema de la gran cultura griega y sobre todo el pensamiento filosófico del ateniense.

Pero este gran símbolo griego, está acompañada de grandes historias en su construcción, y de nombre de personas anónimas (como suele pasar en todos los hechos históricos); pero en esta ocasión vengo a rememorara un personaje famoso en aquel tiempo: el burro del Partenón; como lo describe el primer libro que leí completo a la edad de quince años titulado “un sitio en la cumbre” del afamado escritor mexicano Félix Cortez.

Se cuenta que en la construcción del Partenón, aunque no están registrados en la historia solo en escritos de aquel tiempo, un burro que servía para transportar mármol y otras piedras hacia la cumbre donde se estaba erigiendo el monumento, como todos sabemos esas grandes construcciones duran muchísimos años para llegar a la fase final; el burro llevaba años transportando piedras y todos los días cogía la misma trayectoria.

Llego el momento que por su vejez y su lentitud el burro fue retirado de la construcción y le dieron la oportunidad de darle un retiro digno y descansar en un buen pasto. El retirado burro, al día siguiente de tomar el descanso, sin levantarlo ni obligarlo se levantó sin cargas pesadas, sin conductor, ni nada el mismo camino que había recorrido en los últimos años, oponiéndose a todo el que quería atajarlo, y las personas al ver esta acción les dejaron solo, el burro hasta los últimos días de su vida, camino solo, subía y bajaba todos los días; hasta que un día murió en el camino.

El Burro del Partenón nunca asimilo la hora de su retiro, nunca se fijó que ya no era guiado, ni tenia quien lo acompañe, no miro que a su alrededor había fornidos jóvenes burros que tenía una carga pesada y eran guiados y aun así le ganaban la carrera. Así mismo existen personas y políticos. No voy a seguir escribiendo porque si continuo esto se convertiría en el comienzo de una gran novela y le pondré por título “los viejos robles”.