Por: Dannerys Arias
El Partenón (literalmente «la residencia de las jóvenes», es decir,
aquí «la residencia de Atenea Pártenos») es uno de los principales templos
dóricos que se conservan, construido entre los años 447 y 432 a . C. en la Acrópolis de Atenas. Sus
dimensiones aproximadas son: 69,5 metros de largo, por 30,9 de ancho; las
columnas tienen 10,4
metros de altura.
Está dedicado a la diosa griega Atenea, a la que los atenienses
consideraban su protectora (descripción Wikipedia). En esta realización
majestuosa incurrieron grandes arquitectos y escultores que la historia jamás
olvida como son los arquitectos Ictino, calicrates, todos bajo la supervisión
del arquitecto y gran escultor Fidias, padre de muchísimas esculturas Griegas.
Esta magna obra que cuenta con más de 100,000 mil toneladas de piedra
mármol blanco del monte pentélico de Grecia y granito gris de las grandes
calderas de Egipto, obra importante y perenne o eterna, que a través del tiempo
ha quedado como emblema de la gran cultura griega y sobre todo el pensamiento
filosófico del ateniense.
Pero este gran símbolo griego, está acompañada de grandes historias en
su construcción, y de nombre de personas anónimas (como suele pasar en todos
los hechos históricos); pero en esta ocasión vengo a rememorara un personaje
famoso en aquel tiempo: el burro del Partenón; como lo describe el primer libro
que leí completo a la edad de quince años titulado “un sitio en la cumbre” del
afamado escritor mexicano Félix Cortez.
Se cuenta que en la construcción del Partenón, aunque no están
registrados en la historia solo en escritos de aquel tiempo, un burro que
servía para transportar mármol y otras piedras hacia la cumbre donde se estaba
erigiendo el monumento, como todos sabemos esas grandes construcciones duran
muchísimos años para llegar a la fase final; el burro llevaba años
transportando piedras y todos los días cogía la misma trayectoria.
Llego el momento que por su vejez y su lentitud el burro fue retirado
de la construcción y le dieron la oportunidad de darle un retiro digno y
descansar en un buen pasto. El retirado burro, al día siguiente de tomar el
descanso, sin levantarlo ni obligarlo se levantó sin cargas pesadas, sin
conductor, ni nada el mismo camino que había recorrido en los últimos años,
oponiéndose a todo el que quería atajarlo, y las personas al ver esta acción
les dejaron solo, el burro hasta los últimos días de su vida, camino solo,
subía y bajaba todos los días; hasta que un día murió en el camino.