OPINIÓN.- Para que la
escuela dominicana forme personas inteligentes primero habrá de convertirse en
una “institución inteligente”. Para que la escuela dominicana forme personas
inteligentes primero habrá de convertirse en una “institución inteligente”.
Peter Senge,
en su obra “La Quinta Disciplina” nos dice al respecto: “las
organizaciones inteligentes son aquellas donde la gente expande continuamente
su aptitud para crear los resultados que desea, donde se cultivan
nuevos y expansivos patrones de pensamiento, donde la aspiración colectiva se
ejerce libremente, y donde la gente continuamente aprende a aprender de manera
conjunta”.
Lo que
distingue fundamentalmente a las instituciones inteligentes de las
tradicionales y autoritarias “organizaciones de control” –dirá Senge– será el
dominio de ciertas disciplinas básicas, denominadas “disciplinas de la
organización inteligente”. Estas son: pensamiento sistémico, dominio
personal, modelos mentales, construcción de una visión compartida y aprendizaje
en equipo.
El concepto
de “escuelas inteligentes” fue creado por David Perkins, profesor de
la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, quien define las “escuelas
inteligentes”, como aquellas que enfatizan el pensamiento y la comprensión
en un sentido profundo y que toman vida a través de aulas que piensan y que
enseñan a moverse en el mundo actual”.
La propuesta
de Perkins se encuentra bien desarrollada en su obra de más de 250 páginas: “La
Escuela Inteligente: Del adiestramiento de la memoria a la educación de la
mente”. Una escuela inteligente debe ser distinta –afirma Perkins– “Necesitamos
un enfoque de la enseñanza y del aprendizaje centrado en la persona más el
entorno. Ya no basta con que los estudiantes almacenen datos. Deben aprender a
aplicarlos y para eso tienen que desarrollar un pensamiento crítico y
creativo”.
Para
transformar una escuela en inteligente no se necesitan genios, advierte
Perkins. Se requiere de una política para realizar el cambio. Los profesores
deben estar motivados para hacer el cambio y a trabajar con
inspiración para lograrlo. Deben ser mediadores que
ayudan a los estudiantes a descubrir las posibilidades que la tecnología de la
información o las mismas estrategias de aula que sugiere la “escuela
inteligente”.
En la obra
“Directivos de Escuelas Inteligentes”, de la autoría de Lourdes Bazarra y Olga
Casanova (Editorial SM, 2013), encontramos los 11 rasgos o pilares
que definen una Escuela Inteligente para hacer posible un futuro inteligente y
ético.
Cada uno de
estos rasgos constituye un cambio de paradigma educativo que impulsa a la
búsqueda de nuevas estrategias de enseñanza-aprendizaje, de evaluación
y de gobernanza y participación en la escuela, acercándola más a los alumnos, a
los profesores, a los padres, a la sociedad y a otras comunidades inteligentes.
Los enunciamos aquí e invitamos a revisarlos in extenso.
Las Escuelas
Inteligentes tienen una visión del futuro.
Las Escuelas
Inteligentes se construyen con aulas de futuro.
Las Escuelas
Inteligentes son flexibles.
Las Escuelas
Inteligentes son abiertas.
Las Escuelas
Inteligentes son creativas y creadoras.
Las Escuelas
Inteligentes están conectadas.
La Escuelas
Inteligentes tienen buena arquitectura organizacional, estructural y espacial.
Las Escuelas
Inteligentes escriben y desarrollan nuevos perfiles técnicos y humanos de
directivos, profesores y alumnos.
Las Escuelas
Inteligentes son sostenibles en recursos y medios.
Las Escuelas
Inteligentes escriben el currículo del futuro en sus contenidos, metodología y
evaluación.
Las Escuelas
Inteligentes son coherentes con sus valores y sentido ético de mejorar el mundo.
Las Escuelas
Inteligentes sólo se logran mediante un “proyecto inteligente”. Por
lo tanto, “debe haber un proyecto para transformar las escuelas del país en Escuelas
Inteligentes”. Esto implica que hay que capacitar directivos, técnicos y
profesores para que conozcan y dominen el proyecto de escuela
que queremos y necesitamos.
No estamos en
una época de cambios en la escuela, sino que asistimos a un cambio de escuela. Sólo
una Escuela Inteligente es capaz de formar ciudadanos inteligentes, líderes inteligentes
para construir una sociedad más justa y decente. Una “escuela embrutecida” solo
logrará dañar y empobrecer el cerebro y el corazón de las futuras generaciones
convirtiéndolas en dóciles, manipulables y sin esperanzas.
El país
requiere de “muchas y verdaderas inteligencias”. Comencemos por exigir el
desarrollo de éstas desde las escuelas, los colegios y las
universidades. Y si pareciera un sueño, vayamos tras él. Sólo una
revolución educativa que involucre la inteligencia de todos puede hacerlo
posible. Pero también la vigilancia persistente de todos los ciudadanos y
ciudadanas. ¡Y si fuese necesario, volvamos a exigirlo con más
vehemencia hasta lograrlo!
Por Héctor Rodríguez Cruz./ acento.com.do