Por
Benny Rodríguez.
LA
GUÁZARA.- El poblado “El Fundo” está enclavado en las montañas, entre La
Guázara y Santa Elena, ambas zonas altas de mayor proximidad al municipio Santa
Cruz de Barahona.
Se
trata de un lugar ubicado en parte del Monumento Natural “Miguel Domingo
Fuerte”, espacio envidiable por su paisaje único, que sólo puedes encontrar en
esta alejada, pero hermosa localidad del Sureste.
Adentrándose
al poblado (solo puedes ir a pies, en burro, vehículo todo terreno o motocicleta).
Este último medio de transporte usamos nosotros para llegar hasta allí, donde
te encuentras con una atmosfera de nítido cielo azul, donde respiras aire puro
y en contacto con una vegetación libre de contaminación que de inmediato puede
considerarse una conexión idílica de complicidad con la naturaleza.
Allí,
lejos, por caminos accidentados, alejado del bullicio, del ruido de la ciudad,
en compañía del trinar de los pájaros, vive don Manuel Ramírez Amador
(Manuelcito), de 70 años, “mal contados”, de una complexión física delgada, su
rostro maltratado porque le ha resultado dura la vida.
Un
ser humano que no para de mostrar una sonrisa, invitar a buen café, hecho en
leña y a comer frutas que crecen silvestres en el entorno en que vive.
Don
Manuelcito está en su senectud, es buen conversador y es de fácil hablar, pero
admite que “entiende muy poco”, por no decir nada de eso a que llaman
“pandemia”, conoce muy poco de sus efectos mortíferos, tampoco conoce de sus
complejidades, de la crisis sanitaria o política, mucho menos de la convulsión
que ha generado impidiendo que nos relacionemos como antes.
Este
ser humano que ha alcanzado una edad “privilegiada”, pese a la duro de su
existencia, solo piensa en la forma en que pudieran ayudarlo a ofrecerle un
cambio de vida, aunque sea solo por los “días que le quedan vivo”.
Rostro
de la miseria
Luego que el periodista local, Carlos Batista Cornielle (El Guazarero), formado con la sensibilidad social en que la UASD forma a sus profesionales en las diversas áreas, visibilizara su situación, a Ramírez Amador, a través del profesional de la comunicación, le han llegado algunas cosas, sobre todo comida y un poco de dinero.
Luego que el periodista local, Carlos Batista Cornielle (El Guazarero), formado con la sensibilidad social en que la UASD forma a sus profesionales en las diversas áreas, visibilizara su situación, a Ramírez Amador, a través del profesional de la comunicación, le han llegado algunas cosas, sobre todo comida y un poco de dinero.
Incluso
pidió a Carlos traerle salchichón, sardinas, arenque y otros productos que le
ayude a mitigar el hambre o ayudarlo un poco a olvidar la espantosa miseria
en la que vive este adulto mayor que a su edad trabaja la madre tierra para
obtener algunos productos para la subsistencia.
Luce
fuerte y con energías, pero no puede ocultar el rostro de la miseria que le ha
golpeado duro, pero así tiene una firme creencia en Dios, sobre todo, que su
situación de vida puede cambiar aun encontrándose en el caso de su existencia.
Retrato
de su miseria
Manuelcito es creyente en un Dios que dice está vivo y que todo lo ve, tanta es su creencia que nos contó aprendió a leer cuando joven en oración pidió a su Dios enseñarle la lectura y al abrir los ojos estaba leyendo la biblia.
Manuelcito es creyente en un Dios que dice está vivo y que todo lo ve, tanta es su creencia que nos contó aprendió a leer cuando joven en oración pidió a su Dios enseñarle la lectura y al abrir los ojos estaba leyendo la biblia.
Así,
cree Manuelcito que su “casa”, techada de hojalata y zinc viejo, en cuyo
interior hay una “cama” de palos, con un viejo colchón, una olla tiznada y un
jarro para tomar agua, encontrará, una vez conocida su historia encuentre
quién le construya una vivienda digna en la que pueda vivir sus últimos días,
ya que la que tiene es un “retrato” de la miseria.