Por: Modesto Peña Cuello.
OPINIÓN.- En una ocasión visite la ciudad
Corazón, Santiago, en compañía de varios dirigentes deportivos y deportistas a
honrar las memorias de los atletas caídos en Rio Verde, mientras jugaban con el
equipo del Sur, representado por Barahona.
La gran impresión que me cautivo,
que percibía que ese accidente fue en ese momento, puntualización que hago por
la perseverancia que tienen los santiagueros que llevan 67 años ininterrumpidos
recordando ese fatídico accidente aéreo,
ocurrido en el 1948.
Quiero decir con esto, que la
Asociación de Cronistas deportivos responsable de organizar los actos de
recordación poseen una persistencia en
el tiempo, logrando así otros triunfos en otras áreas sociales, aseveración que
hacemos por conversaciones sostenidas en esa ocasión, que visite en solidaridad
de los hermanos fallecidos hace décadas.
En mi ciudad natal y en otros
lugares del mundo, se hace difícil lograr la cohesión de los Barahoneros, por
su peculiar forma de pensamiento, que hacen en ocasiones imposible que una
entidad social, deportiva, profesional, económica perdure de generación en
generación, por su ambición desmedida, falta de sentido común y el afán de
querer sacar beneficios personales, dañando y desacreditando a personas que han
tenido un buen vivir desde su hogar, con propósito de derrumbar organizaciones
de carácter filantrópica que han hecho un excelente favor a la sociedad.-
Quiero que los Barahoneros no importa en el punto
geográfico que esté ubicado, le dejo de tarea que hagan un inventario de las
organizaciones a las cuales ellos pertenecen y si no han pertenecidos, cuantos
años tienen cohabitando en su lugar, sus actividades, sus credibilidades, Se
que mucha han desaparecido y otras están inactivas, y otras hacen la labor de
las abejas, que cuando en el barril surge otro rey, cada cual coge su rumbo.
El problema de mi compueblano es
estar en permanente conflicto, son pocos los que trabajan por el bien de la
comunidad, siempre se creen que son los dueños de la razón. Daño garrofal que
sufren las instituciones tanto de aquí como de a cuya.