miércoles, 16 de noviembre de 2016

OPINIÓN: Memorias de Isabel de Torres

Por Rafael Damiron.
OPINIÓN.- La primera noticia sobre el accidente aéreo la escuché cuando Freddy Veras Goico anunció durante su programa dominical El Gordo de La semana, que un avión se había estrellado contra la Loma Isabel de Torres. Serían pasadas las siete de la noche, y para mí los muchachos ya debían estar en La Habana, pues su partida estaba supuesta a ser antes de la cinco de la tarde. No sabíamos lo de la escala en Puerto Plata, y por eso le comenté a mi esposa que no debía ser el avión en el cual viajaba nuestro grupo. Sin embargo, un dolor de estómago se apoderó de mí, y de inmediato llamé a otros compañeros directivos de la FDA, mi compadre Francis y a Don Ricardo Argomániz, quienes ya habían escuchado la noticia.

No transcurrió mucho tiempo para recibir la trágica confirmación: era el avión cubano, y por la forma frontal del impacto, difícilmente habría sobrevivientes. Para quienes dirigíamos la FDA en ese entonces fue un golpe demoledor, pues significaba la pérdida de seis compañeros muy queridos con quienes veníamos desarrollando un programa destinado a cambiar el destino del ajedrez dominicano. El entrenador Adelquis Remón, quien ya tenía 5 meses trabajando en Santo Domingo, partía con tres de sus mejores discípulos quienes jugarían en Torneo del ISLA, en La Habana, mientras que Pachón Matos y Marcelino De la Rosa completarían la norma requerida para el título de Arbitro Internacional.

Luego de una larga reunión en mi casa con Francis Argomániz y Fabio Sánchez, haciendo múltiples llamadas en procura de más información, pasada la media noche, decidimos viajar temprano al lugar del hecho a fin de participar en las labores de rescate. Partimos de madrugada Fabio y yo, junto a Emilio Valdez, en un vehículo del COD. Llegamos a Puerto Plata, y logramos subir en el teleférico hasta la cima de la loma, donde gracias a la presencia del viejo amigo y entonces capitán Johnny Sánchez, oficial a cargo de las labores de rescate, pudimos llegar a una especie de campamento desde donde descendían las brigadas de rescatistas para recuperar y organizar los restos de la tragedia.

Allí se encontraba mucha gente desesperada y ansiosa abrigando una última esperanza de sobrevivientes. Nos encontramos con Gustavo Hernández, con Cristóbal Marte (primo de Manolito) y otros familiares y amigos de los ajedrecistas del grupo. Lentamente los restos calcinados de los pasajeros iban llegando, y cada quien hacia un esfuerzo por detectar algún rasgo familiar que permitiera identificarlos.

La viuda de Marcelino lo identificó por la forma de sus pies y piernas, la novia de Héctor reconoció la hebilla del cinturón adherida al cuerpo de César González, mientras que en los restos de Manolito permanecía adherida parte de su camisa y el respaldo de su reloj de pulsera, que resultó familiar para Cristóbal. En esta macabra tarea, compartida con muchos otros dolientes, estuvimos hasta caer la tarde. Bajamos a la ciudad y nos dirigimos a la morgue del hospital de Puerto Plata, donde supimos que habían llevado otros restos que no habíamos podido revisar. Allí pudimos abrir cada una de las bolsas negras que contenían los cuerpos calcinados, y reconocimos al Maestro Adelquis, cuyo cuerpo fornido y sus dientes incisivos separados resultaban inconfundibles.

Regresamos a Santo Domingo sin haber recuperado aún los cuerpos de Héctor y Pachón, los cuales fueron encontrados al día siguiente. Durante varios días transcurrieron los funerales de cada uno de nuestros compañeros, en un ambiente sobrecogedor del cual la familia ajedrecística no entendía cómo sería posible recuperarse. En medio de todo ese luto, la mano divina quiso dejarnos un sobreviviente en el joven promesa José De la Cruz, quien debió acompañar a los demás en el vuelo fatídico, pero que por razones burocráticas no logró cambiar el pasaje que le fue donado, y viajó a La Habana tres horas antes en un vuelo directo de Cubana de Aviación. Allí permaneció en el aeropuerto esperando a sus compañeros que nunca llegaron.

En principio me resultó extraño que el avión siniestrado se estrellara contra la Loma Isabel de Torres desde al oeste, cuando procedía desde Santo Domingo. Tuve en mis manos el reporte oficial del accidente, donde se indicaba la trayectoria del avión accidentado. La figura anexa muestra en color rojo cómo maniobró el avión, ya de noche, para luego de observar las luces de la pista, tratar de girar 180 grados, descender lentamente, alinearse con ésta (línea amarilla), y luego aterrizar. Solo que esa noche había nubes bajas que ocultaban las luces de advertencia en la cima de la loma. Aparentemente el piloto nunca se percató de la existencia de la Loma Isabel de Torres, justo en medio de su trayecto.

Seis meses más tarde, nos tocó viajar a La Habana junto a mi compadre Francis Argomániz, en ocasión del próximo torneo del ISLA, a fin de presentar personalmente nuestras condolencias por el fallecimiento de Adelquis Remón ante sus familiares, y ante la Federación Cubana de Ajedrez. Esta misión fue cumplida verbalmente durante la apertura del torneo, con la entrega de sendas placas de recordación, y además con la entrega a los familiares de Adelquis de un Televisor a color similar al que él les llevaba, producto de sus ahorros mientras trabajó en Santo Domingo.