Por Cándida Acosta.
REPÚBLICA DOMINICANA.- Paolo se levanta “con el cantar de
los gallos”. Vive solo en un apartamento alquilado en Santo Domingo Este, el
municipio más poblado de la ciudad capital, pero sin muchas ofertas para
conseguir trabajo. Le da “vueltas al juicio”… Siempre pensó que al graduarse de
ingeniero industrial luego de recorrer cientos de kilómetros desde el sur del
país, para instalarse en esta ciudad, la vida le cambiaría y que iba a ser “de
Pedernales para el mundo”, pero no ha sido así.
Varios currículos se encuentran engavetados por doquier.
No aparece nada, mientras los días corren y tiene que pagar la mensualidad de
la vivienda donde apenas duerme, al tener que dedicarse a un oficio distinto a
su profesión de ingeniero industrial: llevar turistas a Pedernales, de donde es
oriundo, a los que oferta visitas guiadas a la famosa playa de Bahía de las
Águilas, para agenciarse algún ingreso. Esto lo hace a modo de subsistencia en
lo que aparece un trabajo que le permita colocarse en su área de profesión con
especialidad en calidad y en mejora continua de ingeniería de procesos.
Hace más de un año entró como pasante a una empresa con
un sueldo de RD$18,000 al mes, pero no todos caben y hoy está fuera.
““Cuando uno termina la universidad, todo se complica.
Cuando debe ser lo contrario. Incluso para hacer la pasantía resulta difícil,
ya que algunas empresas te dan un plazo corto. Cuando uno termina la carrera
tiene en su mente desde niño a través de los padres y los profesores que ser un
profesional es la mejor forma de salir adelante, y encontrarte que no hay
trabajo porque se exige mucha experiencia, es fuerte”.
Cada día su preocupación aumenta. No tiene empleo y el
negocio que emprendió le dejó pérdidas por un mal manejo con un socio. Lleva
varias entrevistas y “nada”. Actualmente, Paolo sigue madrugando, solo que
ahora es para estudiar en una universidad “on line” donde cursa una maestría,
mientras su madre le sostiene de alimentos “a puro reclamo”, dice, porque ella
se había hecho la idea que a estas alturas del juego el muchacho ya graduado de
ingeniería iba a tener un buen empleo. Quedarse con la frustración no es una
opción, por eso aboga porque en el país se preste más atención a los jóvenes.
Esto ha aumentado su frustración y es una muestra de las
fallas del mercado laboral dominicano, porque como Paolo hay otros jóvenes en
igual o peores condiciones, sin que hasta el momento se levante un debate sobre
la pertinencia de aprobar un modelo que permita al sector productivo mantener una
importante cuota laboral de jóvenes en su plantilla mientras adquieren la
experiencia necesaria para atravesar la dura etapa de transición al mercado de
trabajo.
Obligado a desertar
Francis, un joven de 25 años oriundo de Neiba, es otra
muestra del alto porcentaje que deserta, y que como Paolo forman parte del alto
porcentaje de jóvenes con algún tipo de instrucción y no consigue empleo. Este
joven ha desertado de la universidad donde casi termina sus estudios en
negocios internacionales. Va de un lugar a otro y no logra trabajar en su área.
Trabajó en un centro de llamadas “call centers” y allí las horas se hacían
extensas. Caminaba largos trechos en las noches hasta su casa. Ya su madre
residente en Madrid, que era la que costeaba los estudios en una universidad
privada, ha perdido su puesto en ese país.
“Todo es un círculo”, dice Francis, que al igual que
Paolo no encuentra un puesto fijo. Muchos jóvenes están graduados y no
consiguen un empleo porque el mercado no está generando los puestos suficientes
en las áreas que demandan las empresas, pero además, la primera de las
exigencias que piden para dar un empleo es la experiencia que estos jóvenes no
tienen o muchas veces presentan a medias.
Tampoco pueden emprender un negocio de forma sostenible
con una carga fiscal que se traga los capitales pequeños, al coexistir con un
adelanto de un 1.5% de renta en el sistema impositivo, entre otras trabas que dicen
tener las micro, pequeñas y medianas empresas.
Ante ese panorama, la situación laboral y formativa
dominicana requiere de un cambio. Son solo dos casos, los de Paolo y
Francis, pero como ellos hay muchos atravesando una difícil etapa de
“transición” para entrar al mercado de trabajo.
Debilidad Ausencia de ley.
En República Dominicana no existe una ley del primer
empleo que garantice con mayor facilidad aprovechar las nuevas competencias. La
práctica común es la contratación de aprendices por hasta un año.
Tres proyectos. Al menos tres proyectos de ley han sido
presentados al Congreso de la República, mientras la frustración se apodera de
muchos, en vista de que el sistema educativo dista de la demanda de las
empresas en los nuevos tiempos de la era tecnológica.
Vulnerabilidad.
La Unidad de Poder Legislativo de
la Fundación Global revela que el desempleo juvenil es preocupante a nivel
mundial y de América Latina, y peor aún en este país, donde afecta al 34% de la
población de 15 a 34 años.