martes, 12 de septiembre de 2017

OPINIÓN: Un país de niñas madres

Por Elisabeth de Puig.
OPINIÓN.- Estamos compelidos a reconocer, a la luz de las últimas estadísticas y denuncias de los organismos internacionales y de las ONGs que trabajan a favor de la niñez, que la República Dominicana es un país de niñas madres y de adolescentes embarazadas.

El asesinato de Emely quedará registrado en nuestras memorias como emblemático. Este caso, por sus múltiples componentes, se convirtió en un icono mediático al ser reivindicado por un pueblo que reclama justicia, al punto de borrar, de paso, los nombres de las demás Emely que encontraron muertas y que no podemos pasar por alto.

Esta tragedia -y algunos de los penosos comentarios que ha traído aparejados- resume en su trama las fuerzas contradictorias que sacuden a una sociedad patriarcal, machista y desigual en su lento y tortuoso tránsito a la modernidad y a la democracia.

La historia pone en escena diferentes mundos emburujados que retratan perfectamente la sociedad en la cual nos desenvolvemos. Interactúan ricos y pobres, a pesar que “el rico no liga con el pobre” (Marlín). Están presente la funcionaria advenediza, con su recién adquirida prepotencia avasallante, y el hombre de a pie. También aparece la relación del dominicano con el poder.

El recurso al aborto, al que acuden todas las capas de la sociedad a pesar de la legislación y en condiciones de extremo peligro para las más vulnerables, se nos muestra en toda su crudeza.

Lo mismo sucede con la doble moral y la hipocresía sostenidas por las “élites” y los gobernantes de turno donde se aboga por la “santa familia” mientras, al mismo tiempo, la “segunda base” es motivo de vanagloria.

El relato se desarrolla, además, en una sociedad caribeña hipersexualizada, donde la educación de las grandes mayorías es deficiente; que se nutre todavía de mitos y tabúes, donde la gente sufre de vientos, toma botellas y remedios, consulta de manera muy tardía al médico, generalmente en caso de gravedad,o de embarazo en los sectores más desfavorecidos.

En esta sociedad se mantienen relaciones contradictorias con la sexualidad, que son potenciadas por la falta de información científica; para una franja considerable de la población la muchacha sexualmente activa es una puta, o un potencial peligro, y el varón que lleva varias relaciones a la vez es un macho de hombre.

El asunto es cómo llegar al meollo de la psiquis colectiva del dominicano de hoy, para poder hacerle frente de manera adecuada a los graves problemas sociales y, particularmente, de salud que todos estos ingredientes acarrean y que arrastramos sin capacidad para hacerles frente.

Por la ineficacia y desidia de los gobiernos de turno sobre estos graves temas la vida de nuestras niñas y adolescentes, como la de sus hijos, están marcadas por la desdicha por varias generaciones -tenemos generaciones muy cortas- repitiéndose en muchos casos el ciclo de la miseria y de la maternidad precoz con vidas jodidas y tronchadas.

Toda cultura desarrolla sus propios trastornos psiquiátricos según su modo de funcionamiento, sus conocimientos y su forma de entender el mal. La falta de comprensión de la cognición, de las emociones, de las motivaciones limitan nuestros modelos de procesos culturales y sociales.

Para entender las profundas fuerzas que actúan de manera soterrada deberíamos abordar estos problemas del lado de la etnopsiquiatría, que se centra en los trastornos en relación con el contexto cultural de una población y estudia cómo el desarrollo y la enculturación de los seres humanos con su propia historia, idioma, prácticas y categorías conceptuales afecta la psiquis de los seres humanos.

En nuestra República Dominicana de hoy, ¿cuál es el precio de la vida de una muchachita en los sectores vulnerables?

Se la pueden llevar por un intercambio de favores y es un alivio tener una boca menos en la casa; pueden ser fundas de arroz o el pago de atrasos de alquiler; a veces la prefieren instalada en una pieza por ser sexualmente activa y representar un peligro frente al padrastro; si la violan, lo callan por la presión social.


¿Qué relación guarda con nuestra idiosincrasia tanta tolerancia con las situaciones de violencia y abusos hacia las niñas?
Tomado de: acento.com.do